Chabe se marcha

Posted: miércoles, julio 05, 2006 by Cum on feel the noise in
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8 de junio.

Adiós sin hacer ruido

Con el final de temporada comienzan los movimientos en el mercado de fichajes. Antes, la selección andaluza sub 25 cayó en la final del Campeonato Nacional de Selecciones Autonómicas ante Madrid por 2-0 en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.

Ese fin de semana coincidió con las vísperas del partido de España-Túnez del Mundial y como a duras penas pude averiguar los resultados de las semifinales, envié un correo electrónico a los responsables de Radio Federación que en su "vocación de servicio público" (ellos mismos lo dicen en su presentación) se había olvidado de esa competición. Al menos me contestaron a las pocas horas admitiendo su fallo y pidiendo disculpas. Pero de información ese fin de semana, ninguna. Una Andalucía con bajas (sin ninguna jugadora del Estudiantes) se deshizo en semifinales del País Vasco por 3-0 (lo bien que hubiera venido ese resultado en Lezama).

Entre todo eso, se confirma lo que ya sabía: Chabe regresaba a Madrid. Su destino sería el Rayo Vallecano. Es una verdadera pena. Hablo como aficionado, claro. Creo que nunca llegué a cruzar palabra con ella pero tampoco hacía falta. Como defensa, sólo tengo palabras de admiración para ella. Si en algún momento he pensado en abrir un post para hablar única y exclusivamente de cada una de las jugadoras del Sevilla, Chabe (María Isabel Benito fuera del verde) ocuparía una de las zonas más destacadas. Y es que como defensa tiene tanta clase como el Baresi de sus buenos tiempos, es como si Fernando Redondo jugara de central. Sus botas destilan clase y parece que siempre sabe lo que hacer con el balón en los pies. Simpre saca el balón jugado con temple y limpieza. La pareja perfecta para Amparo, y bien que lo saben en la selección española. No le recuerdo una falta a destiempo, ni que haya perdido los nervios nunca sobre el campo. Aportaba tranquilidad y serenidad justo donde otros tienen los nervios a flor de piel. Un gran juego de cabeza y un mejor sentido de equipo hacen de Chabe una de esas jugadoras que todo técnico querría tener.

Recuerdo su último mes de liga, con una lesión que le impedía entrenarse durante la semana pero que no le impedía jugar con todo el arrojo posible en pro de su equipo. En Lezama (recurro mucho al caso porque es paradigmático por todo lo que allí aconteció) ejerció de central y cuando hubo que apelar a la épica formó en el centro del campo e incluso se incorporó al ataque en lo que pudo. Para mí será una pena no verla más en la Ciudad Deportiva, pero no dudo que lo es más para sus compañeras, que no podrán seguir aprendiendo de ella. Sólo puedo decir que ahora mi deseo es que el Rayo Vallecano sólo pierda dos partidos la próxima temporada. Todo lo bueno que le ocurra lo tendrá más que merecido. Salud y mucha (y buena) suerte. Nos veremos la próxima temporada.

Epílogo

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18 de mayo.

Todo lo que se me quedó por decir y el mazazo de la Copa

Después de mucho tiempo, ha llegado la hora de cerrar este capítulo. Son muchas las cosas que debería explicar y a ello dedicaré las próximas líneas.

A lo largo de las entregas anteriores aburrí a los lectores (si es que hubo personas con la suficiente paciencia o con la curiosidad extrema como para leer mis peripecias) con varias cosas que merecen aclaraciones. En primer lugar, me referí en más de una ocasión a las 23 razones por las que me animé a dejarme el sueño, los nervios y los kilómetros por este grupo de chicas que se cargan algunos de los tópicos machistas más rancios propinando patadas a un balón. Pues bien, en esas 23 incluyan ustedes a las 18 jugadoras que componen la plantilla y los seis restantes corresponderían a cuerpo técnico (Sebas, Josema, Fran y la psicóloga -que no llegué a conocer pero que tan importante labor ha hecho-) y las dos restantes a los padres y madres que se dejaron (y lo siguen haciendo) las horas en acompañar a sus hijas por la geografía española. Supongo que es bonito y uno se puede sentir bien orgulloso cuando ves disfrutar a un hijo/a cuando ve cómo se cumplen sus sueños, sean del tipo que sean.

Me permito hacer un inciso. Me cuentan (obviamente no lo vi) que cuando debuté en una emisora de radio local (Radio Aljarafe, de Tomares) mis padres se acercaron al transistor para escuchar a su hijo y que a mi augusto progenitor se le escapó alguna lágrima. Sólo de pensarlo se me pone la carne de gallina. Más grande debe ser eso cuando no ya sólo los padres, sino toda una afición llena un graderío para animar a un jugador.

En Lezama no estuve a la altura. De todo lo hecho hay que aprender, sea bueno o malo. Pero lo cierto es que con el pitido final explotaron todos los nervios acumulados y las horas sin dormir y di rienda suelta a mis sentimientos sin pensar en lo que era correcto. La pena era de las "luchadoras" y de sus familias, de todos los aficionados. Asumo mi falta de entereza y ánimo en ese momento tan importante. No las apoyé cuando debía y eso no me lo disculpo lo suficiente. A la hora de la verdad, fueron ellas las que me dieron la lección de cómo afrontar la derrota.

Terminado el inciso vuelvo a las precisiones. Tras "el amargo despertar de un sueño" (título que asigné a la crónica del partido en Lezama que publicó el periódico del que pronto me despediré) bilbaíno había que reponerse y llegar con fuerzas para jugar la Copa de la Reina.

El rival volvía a ser el Espanyol, y la apuesta era hacer lo imposible por resarcirse del final de liga. De por medio llegaría el homenaje del club. El saque de honor hecho por la capitana Auxi (se retire o no,la recordaré como uno de los tres jugadores con más completos que he visto -digo jugadores porque en esa lista la equiparo a los hombres-) y en el descanso, la imposición de la insignia de oro y brillantes de la entidad. El encuentro elegido era el Sevilla-Barcelona (el de la troma de agua) y hubo de posponerse al Sevilla-Getafe, en el que los Biris corearon "Auxi, quédate" unos minutos. Por si fuera poco, la selección española se despidió del Mundial de China del próximo año tras caer 5-0 ante Dinamarca, con Lucía y Chabe quedándose a las puertas de un hito histórico.

El día antes del partido (sábado) aproveché mi día libre en ir al periódico (alguien tenía que escribir la previa) y después me fui con mi gran amigo Ángel al Stereoscene (un festival de música organizado en Mairena del Aljarafe) que siempre sirve para descubrirme nuevos grupos, y de paso, para estar una tarde-noche lejos del oficio de periodista.

Para colmo, Ana Romero se perdía el partido por lesión, y el mundo se me vino abajo cuando, tres horas antes de que empiece el partido mis padres me avisan de que se marchan a Cádiz porque mi abuelo ha sufrido un infarto de miocardio y un edema pulmonar agudo. Yo opté por quedarme en casa y apaciguar mis nervios, pero ellos se fueron.

Con Ana como comentarista improvisada en la emisora de radio del club, yo fui tomando notas para hacer la crónica, aunque no tenía la cabeza precisamente en en fútbol. Mientras caían los goles locales (4-1 fue el resultado), Silvia Doblado se fracturó un dedo del pie. El "parte de guerra" era desalentador de cara a la vuelta. Aquella tarde tuve que "tirar" de profesionalidad, y me desquició que el jefe de fotógrafos no presionara un poco al Diario AS para que nos hicieran llegar las fotos del encuentro (al final hubo que usar una de archivo).

De todo aquello me quedo con un detalle poco trascendente. Una de las cosas que tiene el deporte a estas esferas es que la sinceridad suele predominar. Recuerdo algunas de las intervenciones de Ana cuando decía "es que no nos merecemos perder por tanto" o "no es justo, joer". Se agradece que la gente diga lo que se siente en ese momento.

Una semana después había que confiar en la remontada. Días antes del encuentro de vuelta en la Ciudad Deportiva del Sevilla (la ida se jugaba en campo ajeno) el primer equipo masculino ganaba la Copa de la UEFA. La ciudad fue un hervidero blanco y rojo, y a mí, como buen aprendiz de plumilla, me tocó seguirlo todo desde una redacción en la que unos más y otros menos, pensaron que acabarían durmiendo allí, y es que las celebraciones obligaron a trabajar hasta bien entrada la madrugada.

Resolví aprovechar mi día libre esa semana para acudir a un entrenamiento para comprobar los ánimos de las chicas. Sandra (Jiménez), el "puñal" que juega por la derecha y cuyas diagonales volverían loco al mismísimo Pitágoras, me decía tras el partido de ida que el problema fue el exceso de "respeto" al contrario. Para completar el asunto, Sebastián estaba de vuelta de Eindhoven después de la final europea. Así que, como agradecimiento resolví llevarles un ramo de flores (rojas y blancas, claro) y una nota intentando motivarlas de un lado y de otro, mostrar mi agradecimiento. Es curioso, si algo he aprendido es que siempre hay que esperar que cualquier persona te puede enseñar algo todos los días. Cuando te enfrentas a unas 20, las posibilidades son mayores.

Mi idea era entregárselo al entrenador o al preparador físico (Josema y Paco Mesa), pero entonces tuve que afontar la respuesta de Paco (ojalá siga mucho tiempo trabajando en ese club): "Aquí todos somos una familia, así que no te debe dar vergüenza". Resultado: acabé manteado. Creo que nunca he pasado un momento tan sonrojante. Mi cara debió ser lo más parecido a una huerta de tomates.

El partido de vuelta se resume en que después de un inicio alentador, Adriana Martín demostró su innegable talento empatando el choque y sus "malas artes" provocando la expulsión de Sandra. La sevillista picó el anzuelo y dejó a su equipo con diez. Tras eso, no se pudo hacer más. Otra expulsión (Inés), 2-3 y adiós a la Copa. No fue justo perder ese partido y la propia Sandra admitió su error, cosa que le honra. En lo personal, el compañero Germán Mora tuvo el inesperado detalle de concederme la palabra en las postrimerías del choque en las ondas de la emisora del club. El Bernabéu había dicho adiós a Zidane con un pancarta que rezaba "Árbitro no pites el final que Zidane se nos va" y yo cerré mi intervención aplicando lo mismo a Auxi.

En resumen, puedo decir que a esas chicas les debo gran parte de lo buen periodista que pueda llegar a ser porque dejaron que un extraño se implicara lo suficiente como para que ellas estuvieran dispuestas a perder su tiempo concediéndome entrevistas, reportajes y demás atenciones. Por eso y más, GRACIAS. Un cadista de siempre se hizo sevillista de corazón por esas chicas a las que recordaré con cariño allá donde vaya. La vida sigue y habrá más temporadas, pero pase lo que pase (y les queda mucho bueno por vivir) la 2005-2006 la recordaré como aquélla en la que un grupo humano sensacional me hizo muy feliz y como regalo, además me permitió "hacerme periodista".

P.D.: Días después, pude cobrar los gastos del viaje. (Yujuuuu)

Cómo ir a Bilbao, perder una liga y volver con una huelga de taxis (día 8)

Posted: sábado, mayo 13, 2006 by Cum on feel the noise in
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Domingo 9 de abril.

Lezama: lágrimas, el viaje de vuelta y lo que no supe decir (unas campeonas sin título)

Si para volver al hotel usé un GPS biológico, para despertarme empleé un reloj de cuco suizo (también interno).


Al salir de la cama (9.15 h.), en un arranque de ingenio, se me pasó por la cabeza que no sabía la hora a la que la expedición se marcharía a Lezama, y como no era decoroso bajar las siete plantas como un poseso en pijama, opté por vestirme de calle y averiguarlo. En la puerta del hotel estaban Amparo y el amigo Bernardo (a la sazón padre de Nadia) y me dijeron que a las 10.00 se iban.

Había que subir, lavarse, espabilarse lo mínimo como para recoger la habitación, desayunar y dejar mi equipaje a buen recaudo. Pero no podía comer, intenté desayunar, pero mi estómago no admitía nada. Estaba hecho un flan. A duras penas hice frente a una magdalena de chocolate y un croissant con agua y zumo de naranja, dejé el equipaje en recepción y al autobús. Había tensión en el ambiente, Paco (Mesa) parecía optimista, y a Sebastián (Borrás) se le veía con más tensión.

Charlé con este último y con Ana (la madre de Nadia) antes de subir al autobús, donde las chicas parecía que no veían el momento de partir. A Sebas le dije (“es como cuando vienen los Reyes Magos, ¿no?”) y me respondió con una sonrisa (es demasiado bueno este hombre, con tales apreciaciones voy a cabeza a un Pulitzer). El mp3 tiró de Caesars (Jerk it Out, Only You y Sort it Out) y acabó con Coldplay (Square One y Speed of Sound) y cuando Chris Martin soltaba el enésimo “to show you what it all began” llegamos al sitio. No había vuelta atrás.

Ellas parecían tranquilas y yo recordé lo que me llevó a hacerme periodista. Un momento. Un instante por el que sientes que hay algo importante, que va a ocurrir y que tú estás para contarlo. Horacio (por cierto, hincha del Athletic), me envió un sms de ánimo “suerte para ti y para tus chicas”, fue el único compañero que lo hizo y ahí terminé por darme cuenta de lo importante de lo que iba a presenciar.

Ahora había que instalarse in situ (preciosas instalaciones pero poco funcionales en algunas cosas -sobre todo si eres de un medio de comunicación de fuera de Bilbao-), y antes Germán, Ramón, su hijo pequeño y servidor pisamos el césped y nos fotografiamos sobre él. Las chicas se conjuraban en el centro del campo junto a sus entrenadores.

Nos tocó el turno de acoplarnos para cumplir nuestro cometido, y tras mucho buscar, Germán pudo usar una conexión RDSI para radiar al choque y yo, no sin problemas igualmente, encontré donde enchufar el portátil y antes aparecieron compañeros de Canal Sur (con Cristina Mena a la cabeza).

Comienza el partido, la grada, llena, animando a las locales, pero llega el gol de Sevilla. Latigazo de Auxi y 0-1. Campeonas. No pasan ni cinco minutos y 1-1. Acto seguido 2-1 al descanso. Busco a Germán, confiamos en sacar el partido adelante.

Desde Sevilla me llega el mensaje: El Espanyol ya gana al Puebla (0-1), al Sevilla sólo le vale remontar.

Empieza la segunda parte y 3-1. El Athletic se juega la prima (quiero decir, la vida) en cada balón y pierde todo el tiempo del mundo. La risueña Ana (Romero) se rompe y es sustituida. Borrás se la juega y deja tres defensas. Cada ataque del Athletic es sufrimiento. 3-2, Amparo recorta diferencias. 3-3, empate y a morir sobre el campo (quedaban 15 minutos). Sandra apenas puede correr. Dos ocasiones más del Sevilla. Auxi la cruza en exceso. Pitido final.

Se apagan las luces (las mías y las de algunos más).

No había escrito una sola línea de la crónica. Con el 3-1 me fui con los aficionados sevillistas y animé todo lo que pude. Con el final del partido, por primera vez en mi vida, me desplomé. Comencé a llorar (nunca lo había hecho por el fútbol) y un grupo de niños (que no había parado de gritar –berrear—y de insultar ocasionalmente) se me acercó y uno de ellos me preguntó: Señor, ¿qué se jugaba el Sevilla? Yo le contesté con la dos palabras más lacónicas que han salido de mi boca: “La liga”. Me quedé en la grada, solo, y unos minutos después busqué a algunos aficionados con los que antes había compartido la segunda parte. El padre de Ana (Romero), cubierto por la bandera del centenario, estaba destrozado. No sé si yo lo estaba más, en cualquier caso, no tuve madurez para decir nada mejor que un “¡es una injusticia!” entre lágrimas. Apoyado en la barandilla, seguía llorando. Ni pensé en la rueda de prensa. Se me agolpaban imágenes del partido una tras otra, sin ningún orden.

Pensaba en las chicas abandonando el campo con la ayuda de los técnicos. No quería verlo. Pensaba en ellas, como profesional yo tal vez vuelva a vivir algo parecido, pero para ellas era su sueño. Y también el mío. Tenía la sensación de que algo había fallado, que el partido no había comenzado y que eso era solo un mal sueño.

Debí haberme tragado mis lloros y darles apoyo, pero no me sentía con capacidad para hacerlo. Yo soy un simple periodista que las seguía como quien sigue un bonito sueño en el que creía cada día un poco más. Pero no me consideraba licitado para violar la intimidad del vestuario, donde vivían su pesar, ya que al fin y al cabo, yo estaba ajeno a ese halo de sacralidad que tiene el vestuario de un equipo. El tiempo no me daría la razón.

Debí apoyarlas, pero pudieron más los gritos que exhalaba en silencio por la injusticia que acababa de ver. Ellas no merecían ese final. Busqué al entrenador local en pos de unas declaraciones mientras luchaba por no llorar más. Llamé a Horacio para decirle el resultado, que estaba destrozado y que no sabía de dónde iba a sacar fuerzas (y tiempo) para escribir la crónica (a doble página). Después la propia Cristina (Mena) se acercó a animarme, como hicieron algunas madres. Qué espectáculo (el mío). Las campeonas eran las del vestuario. Yo no merecía la atención de los allí presentes.

La salida de la zona del campo en dirección al aparcamiento del autobús era un goteo incesante de caras de dolor. Los técnicos, haciendo de tripas corazón apoyaban a sus pupilas. Sebastián, que en la entrevista del jueves me habló de la soledad que vive un entrenador, se fue solo. Yo hice lo mismo. No recuerdo si llegué a decirle alguna frase de apoyo. Le prometí a Ana (la madre de Nadia) que no lloraría más, y Germán (mucho más entero) y yo mismo intentamos apoyar a alguna jugadora (creo que era Cristina), pero pequé de falta de entereza, supongo. Lecciones como esa me faltaba alguna por recibir. Dicen que en la derrota hay que saber sufrir para disfrutar la victoria como se merece. El viaje en autobús fue una procesión silenciosa en la que todo el mundo estaba roto y sin fuerzas para siquiera exteriorizarlo. No quería verlo.

Me tapé la cara con un chaleco y hablé con Gabriel (“han empatado, adiós a la Liga”). Al llegar al hotel (15.15 h.), Lucía, Auxi y yo fuimos los últimos en bajar del autobús. Todavía fue Lucía la que me avisó de que era la hora de bajarse. Subieron a su planta y Sebas arengó a las suyas, Alicia y Auxi lo hicieron después. Las caras eran muy largas, y esos momentos no los olvidaré nunca.

Comí con ellos (cortesía de Sebatián que me invitó, aunque apenas sí probé bocado –¿cómo iba a comer nada?-) y me despedí de las chicas, los familiares y técnicos. Mi beca de 15 meses cumplía los 12 el día 16 de mayo y para el 16 de abril debía hacer uso del mes de vacaciones que me correspondía antes de abandonar el periódico, por lo que era mi último partido con ellas. Lo sabía desde el principio y por eso aún estaba más dolido por ellas, aun a sabiendas de que no dependía de mí, pero quería irme dejándolas como campeonas. De algún modo, era como si para el que me sustituyera después mi trabajo tendría sentido.

Al despedirme (16.00 h.), me aplaudieron, pero no fui capaz de mirar atrás, no quería llorar más. Iba a marcharme del hotel a pie hasta la estación, pero no tenía tiempo, tenía que coger el autobús a las 16.30 y para redondear la faena, me había dejado una de las dos maletas en el hotel. La recogí y llamé a un taxi. Era día de partido en San Mamés y en esos casos desviaban el tráfico.

Llegue a la estación a las 16.27, justo el tiempo de sacar el billete de vuelta y subirme al bus. Rompió a llover, parecía que al cielo tampoco le había gustado lo que había pasado y ahí tuvo su particular llanto. Hablé con Germán y con Sevilla para adelantar la ficha del encuentro y me dediqué a dormir y a enviar mensajes como un poseso a algunas de las chicas. Pensando en lo que quise y no les dije tras el partido, lo hacía entonces (“más vale tarde que nunca).

Ya despierto, hora y media más tarde, decidimos (entre Horacio y servidor) que debía escribirla crónica a mano y después dictársela. Así hicimos.

Ya tenía la mitad cuando llegamos a Madrid (21.00). A contrarreloj (y equivocándome de parada en el Metro) conseguí llegar a Atocha (21.45 h.). El tren salía a las 22, y una vez en él, finalicé la crónica más extensa (y dolorosa de mi vida periodística). Estaba exhausto, no me quedaba aliento ni fuerzas e intenté descansar.


Y en Sevilla había huelga de taxis. Mis padres fueron a recogerme a la estación. A las 00.30 h. llegamos a Sevilla y media hora más tarde, a casa. Ducha y poco más antes de dormir. Perdí la cuenta de los kilómetros recorridos y de las lágrimas derramadas. Aprendí mucho de eso, y mucho más que comprenderé con el tiempo, pero sobre todo, (re)descubrí a un grupo de campeonas sin título y que volvieron a ganarse mi corazón, respeto y admiración. Puedo decir con orgullo que gracias a ellas he tenido la suerte de vivir una temporada inolvidable.

Cómo ir a Bilbao, perder una liga y volver con una huelga de taxis (día 7)

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Sábado 8 de abril.

Aún en el día de 41 horas (Destino: Bilbao)


Al llegar a casa, mi padre me dijo, ¿a qué hora nos vamos mañana? Y yo pensé “…si debo estar al menos una hora antes de que salga el tren para comprar (yo le dije que “recoger”), a las 8.45. Pongamos 8.15-8.30 para ir más holgado de tiempo.

(00.30 h.): Desde esa hora ducha, cena, hacer la maleta, comprobar y poner a cargar el portátil. Todo listo. Soy un manojo de nervios que además no es capaz ni de dormir por temor a despertarme tarde (mi profundo sueño puede más que una legión de despertadores).

A eso de las 4.00 estaba todo comprobado por duplicado. Y en el curso de las comprobaciones, descubro que falta un cable del portátil (el de la conexión a la red telefónica, y es que no tenía conexión para la red wifi). Así que antes de ir a la estación de Santa Justa, había que ir al periódico.


Serían las 6.30 cuando decidí que no podía seguir metido en la cama con la luz apagada sin poder dormir, así que desayuné, me afeité y poco faltó para que me pusiera a hacer encaje de bolillos para calmarme. Pasé por el periódico y en la estación pasé a toda prisa a la zona de compra de billetes. Compré el último a Madrid (y eran las 8.30). Primera etapa superada.

Sabía que llegaría a Madrid. ¿Después? Crucemos los dedos y a ver qué pasa.

A duras penas bebí agua en la estación, compré un periódico (de la competencia, total, ya sabía lo que publicaba el mío) y me fui al tren. Mi primer viaje en tren.

“Cateto a babor” era una película protagonizada por Alfredo Landa. A mis 21 años era un cateto de pueblo haciendo una locura. Como buen cateto no encontraba mi vagón y cuando al fin lo encontré me acomodé en mi asiento y me relajé. El cambio de vías ralentizó el viaje (cuando éste acabó la previsión de llegada era de más de un cuarto de hora de retraso), pero cuando pasó ese episodio me limité a leer el periódico y a dar una pequeña cabezada. A mitad de camino decido usar el portátil, pero ¡sorpresa!, no funciona. Llamada a Ismael, quien por supuesto no se lo explica, pero así me encontraba. Sin ordenador. Incauto de mí, recorrí los lavabos buscando un enchufe, pero fue en vano. No había nada que hacer.

La llegada a Madrid fue puntual (13.00) y ahora quedaba comprar el billete para el AVE. Manuel “el cateto” buscó el lugar donde comprarlo y encontró una serie interminable de colas, para viajes a realizar en el día y posteriores. A la cola de posteriores. Cogí un ticket (690 y tantos), y el número de la fila era el 474 o así.

Tenía que coger el autobús a Bilbao no más tarde de las 15 horas (salían uno cada hora) para poder estar en el hotel a una hora en la que aún pudiera trabajar, y en ese momento pensaba más en la cara que pondrían mis padres cuando me vieran volver el mismo día en vista de que no podía llegar a Bilbao o en las horas que podrían pasar hasta que llegara mi turno. Pocos minutos después un señor de color (color negro para más señas) dijo: “tengo un ticket que no voy a usar, ¿alguien lo quiere?”. No sé por qué, pero di un brinco y lo cogí. Resultó ser el 476 ó 477.

Diez minutos después de hundirme, ya sabía que podría volver de Madrid a Sevilla. Quedaba llegar a Bilbao.

Ahora, a buscar dónde comprar los billetes de metro para hacer transbordo en las líneas 1 y 6 y plantarme en la estación de Méndez Álvaro, donde compraría el billete de autobús. No me perdí en el trayecto y perdí el que salía a las 14 horas por ocho minutos. Almorcé en un restaurante de la estación, donde una gran pantalla retransmitía un Gran Premio de Motociclismo (debía ser Qatar o alguno de esos países de Oriente Medio con muchos petrodólares).

Llamé a Horacio para ponerle al día de mi periplo (camino de ser Odisea) e informarle de que no tenía ordenador, y que la iría pensando en el autobús e incluso, se la iría dictando para adelantar trabajo. A las 15 horas subí al autobús y dos horas después me quería bajar. No paramos hasta las 18 en Lerma (Burgos) y mis piernas estaban entre dormidas e insensibles. Hablé de nuevo con Horacio para ponerle al día de mi escaso adelanto de trabajo. Poco después, otra sorpresa.

El compañero del diario AS Gabriel Galán me llama para decirme que la edición de Sevilla sacará una previa a una página del partido cuando el día antes me dijeron que la harían desde Bilbao. Doble trabajo y sin portátil.

Llegada a Bilbao, pero antes, el paisaje. Agreste, extraño para un sureño (y "cateto"). Dejar atrás Burgos y entrar en Euskadi fue un cambio radical en las vistas. Carreteras estrechas, continuas subidas, montañas y valles, prados verdes y un inesperado radiante sol. En Bilbao, un poco de frío (son las 20 horas) y un bonito metrocentro (diseñado por Norman Foster, me dijeron).

Con el móvil ya como una extensión de mi oreja cargué con las dos maletas buscando la línea correcta (el hotel estaba a 100 metros del Guggenheim) mientras pedía que en Sevilla me localizaran la designación del árbitro, que resultó ser un tal Lejarazu o Lejarzu Prieto (completamente intrascendente). Una señora me guió desde la salida del metro por las calles de Bilbao hasta el hotel (bordeé el museo y lamenté no entrar) y noté ese frío que cala pese a que el sol aún guarde fuerzas para iluminar. Frío sol del invierno (pero en abril).

En Bilbao hay un puente idéntico al sevillano de la Barqueta en versión reducida (diseñado curiosamente por el mismo Santiago Calatrava), aunque al vizcaíno tuvieron que rayarle el suelo para evitar que se formaran placas de hielo en invierno a fin de que los transeúntes no se resbalaran.


21 horas (Llegada al hotel). Recojo la tarjeta de mi habitación (séptima planta) e intento abrirla infructuosamente. Bajo a la recepción y me hacen una copia de la propia tarjeta. Pero el “cateto” sale a relucir. Una empleada del servicio del hotel que recogía una habitación me enseñó a abrir la puerta, y cuando lo hice, pude soltar el lastre. Desde Sevilla me pedían páginas en vista de algún que otro bramido por parte de algún que otro jefe pero antes tenía que cerciorarme de algunos detalles. El compañero Galán adelantó parte de su trabajo pero antes de centrarme en redactar, volví a bajar.

En mi primera visita a recepción averigüé que la plantilla se hospedaba en la tercera planta, así que tomé el ascensor y me asomé por allí. Rocío López y Nadia (otras 2 de las 23 razones por las que sigo al equipo) me saludaron sorprendidas y las acompañé a la planta baja, a donde iban a cenar (¡comida!, pensaba yo).

Con la sorpresa general (¿qué pintaba allí? era algo que me comenzaba a preguntar hasta yo), lo que ya apuntaba a ser un sucedáneo de periodista saludó a los/as presentes, incluidas alguna madre (la querida Ana –madre de Nadia para más señas-) y el entrenador. Tenían cobertura informativa más allá de la emisora de radio oficial del club (el querido Germán Mora).

Resueltas las dudas, a escribir. Mientras redactaba la previa para mi periódico, la dictaba para el AS vía móvil.

(22.55 h.): no funcionaba la conexión telefónica a internet desde la habitación, por lo que bajé de nuevo para enviar el archivo a Sevilla a una sala de informática que tenía el hotel (y que cerraba a las 23 h.) y recoger la maqueta de la crónica que tendría que usar al día siguiente.

A las 23.05, con todo listo, me podía permitir respirar, y darme una ducha.El restaurante del hotel cerrado, el cuerpo técnico, delegado de la expedición (Ramón Somalo, presidente de la Federación de Peñas), padres y alguna persona más charlaban con algunas copas de por medio mientras el amigo Mora y Nadia veían el Celta-Valencia. Los saludé y volví a mi habitación. Y Paco Mesa (preparador físico) no paraba de hablar con Amparo (compañera de fatigas de Chabe en la retaguardia nervionense).

Parecía que por la cama de mi habitación había pasado un batallón de infantería (llena de papeles desordenados con indicaciones múltiples sobre el partido) y por mi cuerpo, el batallón de infantería y el de marina. La ducha, como la de Bill Murray en “Lost in Translation”, no se ajustaba a mi altura. Tal vez Pau Gasol alcanzaría la alcachofa, pero yo no, y cuando lo logré, se me escapó el chorro de agua de forma que el suelo se encharcó levemente. Todos somos “Cateto a Babor” alguna vez en la vida, y yo no iba a ser menos.

Ya duchado, y sabiendo que el restaurante estaba cerrado, y visto que Germán se cansó de esperar para que procediéramos a descubrir la nuit bilbaína, busqué comida para empezar.

Me aventuré en una ciudad desconocida (00.30 h.) y después de unos cuatro intentos, encontré un lugar abierto. Filete de lomo y huevos fritos con patatas. (Sí señor, volvía a ser persona). Le tocaba el turno a la expedición nocturna. El objetivo era el célebre casco viejo, y a buscarlo fui.

La noche por allí es como la de Sevilla, pero con un frío como el de la comunión de Pingu. Por lo demás, borrachos y chicas con abrigos que terminaban a la altura de sus cinturas (¿por qué lo llaman falda cuando quieren decir cinturón?).

Después de un rato dando vueltas, salí a un plaza y me dije, Manué, o te vuelves, o te mezclas con los lugareños. Obviamente, hice lo segundo. Un grupito de bilbaínas muy simpáticas (y guapas, también hay que decirlo) me situó geográficamente y después de compartir algo de la botellona que tenían preparada, les acompañé en su salida nocturna. En algún momento entre las 4 y las 5 decidí que había que regresar al hotel. Lo hice sin perderme (la naturaleza es sabia y me dotó de un GPS natural que me llevó sin pérdida alguna a mi destino) y esta vez sí, entré en mi habitación a la primera.

Ya con el pijama puesto, había que recogerlo todo, pensando en el partido de unas horas después (empezaba a las 12.00 h.), ordené los papeles y traté de cargar la batería del portátil por si llegaba el milagro y funcionaba.

Iñaki Perurena (el levantador de piedras) entrevistaba en su programa de la ETB a un señor de espaldas tan anchas como él (desconozco cómo ambos salían en el mismo cuadro en un televisor de no más de 17 pulgadas), y visto que Euronews no ofrecía nada más interesante que un reportaje sobre las elecciones italianas, me deslicé entre las sábanas y dormí.

Cómo ir a Bilbao, perder una liga y volver con una huelga de taxis (día 6)

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Viernes 7 de abril.

Un día de 41 horas

Dormí tranquilo y me desperté con la idea de transcribir las entrevistas en casa, ir al periódico a completar el reportaje (era mi día libre).

13.30 horas (más o menos), suena el teléfono y me dicen, “soy Lola, la secretaria del director, te llamo para decirte que esta tarde te darán el código del billete de avión y que sólo falta por asegurar la reserva del hotel”.


Histeria.
Solo en casa, pasé del estado momentáneo de shock al de histeria. No me lo podía creer. ¡ME IBA COMO PERIODISTA! Como hacían mis compañeros los fines de semana, ahora yo podría decir que estaba un poco más cerca de ellos, como los que viven las noticias de primera mano. Llamadas telefónicas a Carmen, Ismael y Horacio y entrevista sin transcribir.

Vuelven mis padres de trabajar (sobre las 15.30), y suelto la bomba: ¡Papá, mamá, me voy a Bilbao en avión mañana por la mañana!

Mi padre, hombre cabal (y ya avisado) me dijo que le explicara cómo se había arreglado todo, y tras hacerlo, me dio las recomendaciones habituales. Pero mi madre, eso era otro cantar. Paralizada se quedó ella en cuanto lo supo.

Su hijo, que había ido de excursión con el instituto a las Islas Canarias y a Granada y poco más, iba a hacer más de 1.600 kilómetros en día y medio para irse al otro punto del país a cubrir un partido de fútbol femenino.

Menos mal que me tenía que ir rápido al periódico y ella asumió la situación (no sin antes convencerla del paso que suponía para mí como aspirante a periodista, gracias papá por tirar de psicología).

17.30 horas (Llegada al periódico).
Hay que escribir una página y arreglarlo todo. Ismael me presenta su portátil, lo configuro adecuadamente y tras un par de pruebas del software paso a las entrevistas. Tocaba ahora solicitar vía fax una acreditación al jefe de prensa del Athletic para evitar cualquier tipo de problema en Lezama (localidad donde está ubicada la ciudad deportiva del club y nombre de la misma).

Por fin, las entrevistas, el trabajo de transcripción es pesado (y más cuando hay un ruido ensordecedor a tu lado) y no paro de escuchar la grabación de ambas, y para cuando están casi terminadas, hago un parón para descansar.

Sobre las 19 horas llega la segunda bomba del día.
Pepe (mi jefe) me dice: “Lolo (mi nombre de guerra periodístico), no hay avión, pero sí hotel. Ve a Bilbao como lo tenías pensado y ya veremos cómo arreglamos esto para que te den al menos una ayuda para el viaje”. La locura.

Ismael vuelve a ocupar su papel de santo paciente y me escucha bramar contra el mundo en general y mi mala suerte y Polanco en particular. Había que organizar un itinerario de locura. Al menos contaba con los datos recopilados días atrás, pero había un factor fundamental: las reservas de trenes no se pueden hacer con más de 48 horas de antelación ¡y me tenía que ir el día siguiente!Ismael me dio varias indicaciones sobre Madrid y consulté algunos horarios.

Con el corazón rozando la taquicardia, una página del periódico del día siguiente en blanco y la operadora del teléfono de atención al cliente de RENFE no me quería hacer caso. Al siguiente intento hubo éxito, había horarios pero no billetes. Tenía que comprarlos in situ. Itinerario: Sevilla-Madrid vía TALGO (9.45-13.00), Madrid-Bilbao en autobús (dura 4 horas 40 minutos el viaje aproximadamente), Bilbao-Madrid también en autobús y Madrid-Sevilla en AVE (el último salía a las 22 horas de Atocha). Oficialmente todo el viaje era el tren, si les digo a mis padres que la ineptitud del periódico evitó el viaje en avión pagado y lo convirtió en otro sufragado por mí y en esas condiciones (sin saber si tendría billetes para cada trayecto), una de dos, o les daba un síncope o me despedía de mi rocambolesca aventura.

Con una ligera idea de lo que iba a hacer, paso a centrarme en la página. He perdido la noción del tiempo, pero la ídem se completa (22.00 horas aproximadamente). Horacio se gana un puesto en los altares y la canonización una vez más (él será el culpable de gran parte de todo lo buen periodista que llegue a ser) ayudándome con la maqueta y la corrección del reportaje, que no obstante, no pasa el filtro de don José.


Se acercaban las 23 horas, y con el repotaje hecho, faltaba SÓLO hacer una maqueta para la previa a una página que escribiría del partido (la habría hecho el mismo viernes hubiera tenido tiempo) y recopilar la información sobre el Athletic que no podría consultar en mi propia casa (Nota del Autor: seguía sin conexión a internet).

23.45 horas (Maqueta hecha e información recogida) ...y el último autobús que salía de Sevilla al pueblo en que vivo lo hacía a las 12 de la noche.

Después de toda una tarde, ahora tenía el tiempo justo para que Horacio me sacara del periódico (como tantas otras veces), y pudiera hacer una parada en un cajero para sacar dinero suficiente para el viaje y llegara a la estación.

Objetivo conseguido
...

Cómo ir a Bilbao, perder una liga y volver con una huelga de taxis (día 5)

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Jueves 6 de abril.

Expectación, preparativos y mucho, mucho trabajo pendiente

Confiando en las palabras de mi jefe al término del día anterior (“le enviaré un mail al director para ver qué se puede hacer”), llegué a eso de las 12 de la mañana a la redacción, en donde aproveché para buscar la información que necesitaba (desde el día anterior no disponía de conexión a internet en mi casa, a mi padre se le ocurrió darse de baja unos días antes) para hacer una previa en condiciones y a buscar los contactos necesarios.

Comprobé que no había vuelos directos disponibles, conseguí los teléfonos de los responsables de prensa del Athletic y me puse en contacto con la asociación de donantes de sangre de Vizcaya para que me facilitaran imágenes de una campaña que realizaron las jugadoras bilbaínas para ilustrar un perfil sobre el equipo que iría en la información previa al encuentro.

Manuel (Ruiz Rico) me llevó a la hora de la entrevista a la sede del club y tras hacer unas fotos, hice la susodicha a ambos por separado y cuando acabé me fui a la casa de mi tocayo para volver al periódico. Un almuerzo apresurado (eran las 4 de la tarde ya) y a trabajar.

Comprobé que el periódico no me cedería un portátil para mi hipotético desplazamiento (no había ninguno disponible pero Ismael apareció con una frase impagable: “Si por un portátil no vas a Bilbao, te presto el mío”). Grande, señor González, muy grande, su frase.

Cuando hube terminado la jornada (sobre las 22.30) accedí a quedarme para adelantar la transcripción de las entrevistas y andar más holgado de tiempo (el reportaje saldría el sábado), pero hete aquí que había un Barça-Madrid en la Euroliga de baloncesto y lejos de centrarme en mi trabajo, me encasquetaron esa información (gracias a la lentitud de quien yo me sé).

P.D.: En resumen, llegar a casa a las tantas y sin nada hecho.

Cómo ir a Bilbao, perder una liga y volver con una huelga de taxis (día 4)

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Miércoles 5 de abril.

Un poco de valentía

Parece que la única forma razonable de ir a Bilbao desde Sevilla por una cantidad razonable es optar por hacerlo vía tren (llegar al Botxo a las 21.15 en TALGO saliendo de Madrid a las 14 y pico y aún quedaría por saber cómo llegar a Madrid desde Sevilla, tal vez autobús). El exiguo presupuesto (200 euros incluyendo las comidas) hacía pensar en que pasar la noche al raso era una alternativa a tener en cuenta, pero entonces tuve uno de esos gestos de gallardía de los que echo en falta de vez en cuando.

Le dije a mi jefe: Pepe, ¿podemos hablar un momento?

Le expuse la situación y lo importante que era el partido, y que estaba dispuesto a ir como aficionado, y que incluso, aunque todo ocurriría entre mis días libres de Semana Santa, haría una crónica para el periódico, dicho lo cual yo me quedé junto al querido Ismael exponiéndole una serie de combinaciones a la cual más enrevesada vistas mis posibilidades económicas y contando con que él ya había estado en la ciudad, me recomendó un hostal cercano, acogedor y barato al hotel donde se alojaría el equipo.

El señor Elías Santamaría apareció al cabo de 30-45 minutos para preguntarme por el plan de viaje de la expedición sevillista, y tras explicárselo, continué mi trabajo.

El día siguiente tenía concertada una entrevista con el entrenador, don Sebastián Borrás y su esposa, Rocío Giráldez, una bonita historia de amor con fútbol de por medio.

P.D.: Al llegar a casa, segundo aviso a mi padre: “A lo mejor me voy a Bilbao”.

Cómo ir a Bilbao, perder una liga y volver con una huelga de taxis (día 3)

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Martes 4 de abril.
Los planes

Después de pasar la jornada del lunes buscando alternativas de llegada y comprobado que no había vuelos disponibles para el sábado accesible al bolsillo de quien gana 147 euros mensuales paso a observar otras alternativas.

Mientras, los medios escritos de la ciudad ya calentaban motores con informaciones varias sobre el partido, yo tenía que ver cómo la “dictadura del teletipo” y la falta de espacio/ausencia de páginas de Polideportivo local me dejaba con las manos atadas. El autobús se presentaba como alternativa más razonable, unas 12 horas en el viaje de ida y otras tantas para la vuelta a un precio razonable.

¿POR QUÉ POLIDEPORTIVO LOCAL?
Una batalla perdida. El fútbol femenino pertenece a ese cajón de sastre que engloba todo lo que no sea fútbol a excepción de la fórmula uno (para algo Fernando Alonso “vende”). Se encuadra ahí porque según mi jefe, es un deporte minoritario y así puede tener más espacio que integrado en las páginas dedicadas a Sevilla y Betis (pero también con ello se logra menos presencia diaria).

Los queridos compañeros Carmen Rengel, Ismael González, Manuel Ruiz Rico y Horacio Raya aguantaron mis divagaciones sobre el tema durante esos días frenéticos, pero aún tendría que dar muchas vueltas.

Cómo ir a Bilbao, perder una liga y volver con una huelga de taxis (día 2)

Posted: viernes, mayo 12, 2006 by Cum on feel the noise in
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Lunes 3 de abril.
A vueltas con el viaje

Si ya llevaba un par de semanas haciendo cuentas (más o menos desde que perdieron a manos del Espanyol, club al que recetaría un poco de señorío en dosis de caballo varias veces al día, cosa que ocurrió el 5 de marzo), ahora no quedaba más que una. Ganar o hacer el mismo resultado ante el Athletic de Bilbao (campeón los últimos tres años seguidos aunque esta temporada no pasaría de la quinta plaza hiciera lo que hiciera la última jornada). Y ahí aparece la palabra clave: implicación.

Sería moralmente incoherente seguir durante toda una temporada a un equipo y llegado el momento en que pueda ganar un título no poder hacer más que permanecer en Sevilla y esperar a escribir la crónica de un momento histórico sin ni siquiera ver el partido. Eso, unido a las ganas de disfrutar de una ocasión como esa, y por que no decirlo, sentirse periodista (al fin y al cabo es mi humilde aspiración) me llevaron a pensar que DEBÍA Y TENÍA que estar allí. “Manuel Galán: Enviado especial”.

Para un tipo que llevaba 11 meses escasos en un medio de comunicación y más en una sección poco dada a hacer algo más que cumplir con el trámite diario de encajar los teletipos en una maqueta (Deportes) era una ocasión que no podía desperdiciar. Por la experiencia y enriquecimiento personal, por la posibilidad de disfrutar del momento, recordar cómo se siente el fluir por las venas de la pasión de contar cosas (eso me llevó a embarcarme en esta profesión), por mil razones personales y por ver a un grupo de chicas disfrutar de un sueño merecido. Y estar con ellas para atestiguarlo.
Tal vez será porque llegaba a esa situación sabedor de que nunca hasta entonces (y dudo que en adelante) había ganado nada a título personal.

No me creo merecedor de ello, pero sí de disfrutar de un éxito. ÉXITO con mayúsculas, un triunfo personal para mí (al fin y al cabo fue mi insistencia la que hizo que se ofreciera una mejor cobertura de los partidos, a costa de usar los días de descanso en ello). No quiero pecar de falsa modestia, pero en este mundo cada día menos comprensible resulta que para contar una historia que merece la pena hay que hacerlo en tus días libres, porque cuando trabajas tu misión es “estar” en la redacción. Ni más ni menos.

Olvidad el mito del periodista “buscador de noticias”, la realidad es que en esta profesión que más que trabajo es pasión hecha palabras (sólo eso te hace aguantar la vida de encajador de las parrafadas del señor EFE y la señora Europa Press) es prioritario usar tus horas de trabajo en eso mismo antes que en dar a conocer lo que no cuentan las agencias. Precisamente, ahí creo que reside el vínculo entre redactor y lector, la cercanía y la identificación de una forma u otra con el protagonista de turno.

Cómo ir a Bilbao, perder una liga y volver con una huelga de taxis (día 1)

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Domingo 2 de abril.
El Sevilla FC Femenino gana por 2-1 al Puebla no sin incertidumbre y con algo de sufrimiento, pero se acerca al título


Ese día se celebraba el Vodafone Stars Challenge, y Vicente del Bosque y Fernando Redondo participaban en ese tinglado, al que Carlos Cariño fue a dar cobertura (las cosas que tiene ser delegado en Andalucía de un periódico merengón).

El sábado fue el Barça-Madrid del 1-1 (y de mi llegada a casa sobre la 1 y poco de la madrugada gracias a la “rapidez” de algunos de mis compañeros trabajando, la misma que me impide que me marche a horas más decentes cuando al día siguiente te tienes que levantar temprano).

Por si fuera poco, mi compañero de fatigas, beca y fines de semana ligueros interminables, Don Ignacio Sáenz, me acompañaba a ver el partido para cumplir con un trabajo de esa carrera de periodismo que uno nunca sabe si será capaz de no terminar por aburrirse completamente de ella. En definitiva, tocaba despertarse a esas horas en las que uno cree que las calles aún no están puestas.

Además, otra compañera, Reyes, tan deportista como bética, se ofreció a llevarnos en coche (y es que resultó ser seguidora de las andanzas de las chicas). Así, los cuatro vivimos el partido, y tres de nosotros (obviamente Reyes fue más lista) acabamos con una quemazón en la piel que en lo que a mi respecta me duró casi diez días (por favor, a quien corresponda le hago saber que jugar después del Sevilla B -o sea, comenzar a las 13.30 en domingo soleado ¡en Sevilla!- es poco menos que un crimen).

Acabó el partido y aproveché para saludar a algunas de las chicas y animarlas para lo que se les venía encima y de paso, le presenté a Reyes a la gran Lucía Muñoz, a la sazón la Iker Casillas del fútbol femenino (lo de Casillas lo digo porque es la titular en la selección), y Carlos se reencontró con Auxi y pudieron recordar al súper Atlético Málaga del 98, al que el amigo Cariño acompañó en su época en el diario Marca.

Lucía ya me decía que estuvieron demasiado tensas y don Sebastián Borrás soltó ante los chicas de la prensa (los queridos Antonio Medina, Germán Mora y servidor) una de las frases de la semana: “Para que nos ganen en Bilbao tendrán que matarnos” (entiéndase que alude al gran esfuerzo que tendrían que hacer las leonas para ganarles).

Salimos de la Ciudad Deportiva la tripleta formada por Reyes, Nacho y servidor (los dos últimos camino de otro domingo sin fin en la redacción) pero antes paramos con ansias de saciar nuestro apetito (casi eran las 17) y llevábamos juntos desde las 12, y con bastante gusa, por cierto. A la salida del Pans de turno, nos encontramos con el 50% de la gran banda izquierda del Sevilla, la (futura) doctora Romero –una de las 23 razones que justifican la paliza de los fines de semana—que tuvo a bien despedirnos de ese breve encuentro con una de esas sonrisas agradables de su repertorio.

Con el estómago ya lleno, nos vamos prestos a vivir otra jornada dominical con un Betis-Sevilla por delante y con debacle del Cádiz en Valencia (5-3 y más cerca de Segunda). Tras despertar la extrañeza (y algunas risas) de mis compañeros de redacción, servidor de ustedes escribe una de esas crónicas en las que uno se gusta: a cuatro columnas (aunque la foto elegida fuera de lo peorcito de las que hicieron) y una frasecita final que prometía: …“La próxima semana espera el Athletic… y el título”.

P.D.: Primer aviso a mi padre (ni yo mismo me creía mis palabras: “Existe la posibilidad de que me manden a cubrir el partido de Bilbao”). Eufemismo para decir “me quiero ir aunque me lo tenga que pagar”.

Todo está iluminado... con la luz del pasado

Posted: martes, marzo 21, 2006 by Cum on feel the noise in
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Hay días en que uno no sabe a ciencia cierta qué hacer. No era mi caso. Mientras el país asistía a la
macrobotellona que tantas portadas generaría al día siguiente, a mi querida ciudad (teñida por un gris pálido y una fina capa de lluvia que parecía sacada de alguna película de Woody Allen) llegaba de puntillas el estreno de "Todo está iluminado" ("Everything is illuminated" para los puristas), por supuesto, al Avenida 5 Cines (VOSE).

A primera vista, el cartel podría pasar por un trasunto de aquel plano de Big Fish en el que el querido Ewan McGregor aparecía rodeado de flores, con Elijah Wood en el lugar del amigo Ewan y un subtítulo ("Deja atrás lo convencional") que no aclara demasiado (un ejemplo de título lírico).

Aportación friki no. 1: igualito que "¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre?", título en la piel de toro de "Avanti!" (Billy Wilder, 1972).

Del director de la peli, Liev Schreiber, lo mejor que se podía decir hasta entonces es que es (o era) pareja de Naomi Watts (cosa que no aporta mucho salvo si la Watts lo dejara por un españolito
as me), que hacía de hijo de Meryl Streep en el remake (aceptamos acepción española para tal palabro) de "El mensajero del miedo" (el que tenía pinta de estar bajo los efectos de una tortilla de yurelax o de algún derivado del cannabis durante media peli) y antes tuvo tiempo de hacer de Orson Welles en RKO 281 (con John Malkovich como Herman Mankiewicz) y por otro lado está el tal Elijah, que no suele dejarse engañar para hacer bodrios (enfant terrible del cine independiente usamericano). Con eso y mucha fe en mi intuición (porque yo lo valgo) me la merendé previa ingesta de palomitas que se acabaron a la mitad de la proyección.

¿Y qué? Pues que el tipo éste hace una muy buena película, para debutar dirigiendo se ha buscado la historia basada en un best-seller del imperio de nombre "Todo está iluminado" (muy original pues el título de la peli) escrito por un individuo (neoyorkino y judío para más señas) de veintipocos años (con papelito en la cinta) de nombre
Jonathan Safran Foer, y que el dire adapta al celuloide dándole toques cómicos (dicen que los personajes tienen puntos fellinianos -por lo "rarito"-) y dramáticos (apuntan a Bergman -Ingmar-, la historia tiene giro existencial y todo), y para la música, y lo ponen a huevo, a Kusturica.

A mi Fellini aún no me pone mucho, Bergman me parece demasiado trascendental y de Kusturica ni me atrevo a opinar, pero el refrito que sale de todo eso me encantó. Poco diálogo, humor "de conflicto entre civilizaciones" (tipo raro de NY viaja a Ucrania y se encuentra con el dúo abuelo-nieto más frikis de Odessa). No pretende sentar cátedra, aporta risas inteligentes y la factura técnica es buena.

No será El Apartamento (que aparte de este blog es un clásico de esa cosa que va a 24 fotogramas por segundo) ni Ciudadano Kane, pero reivindica una postura a la hora de hacer largometrajes: hay vida más allá de los peñazos del cine de "autor" (lo siento Lars), los hermanos Farrelly y Michael Bay y cía. Merece la pena (mi burrito me trajo la BSO al día siguiente).


Conclusión: En el palomitómetro se lleva un paquete mediano. No necesita más, a un ritmo normal, ese tamaño da de sí hasta que acaba la parte cómica. Si se digiere bien y has prestado atención, llegas en el momento perfecto para darte cuenta de lo buena que es la peli y cuando sales del cine, piensas que la lluvia no molesta, más bien embellece el decorado.


--Creo que nací para ser contable ¿Gana mucho un contable de primera en EEUU? ¿Hay contables negros? ¿y homosexuales? ¿Cuánto ganaría un contable negro y homosexual?--
(Eugene Hutz, Alex: "I'm your honorable traslator")

Vista aérea de la ciudad

Posted: jueves, marzo 09, 2006 by Cum on feel the noise in
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C.C. Baxter
(en off):


Según el último censo, la población de Nueva York es de 8.042.783 habitantes. Tendidos en el suelo uno tras otro y calculando una media de 1.70 de estatura por persona, la cadena llegaría desde Times Square hasta Karachi, en el Pakistán. Conozco estos datos porque trabajo en una compañía de seguros, la Consolidated Life de Nueva York...